Collage Literario #22: El día que apagaron la luz
Se cumplen 20 años de Cromañón y desde este pequeño newsletter queremos hacer memoria.
Cuando tenía quince o dieciséis años, fui a Once a recorrer mercerías con unas amigas. Se había puesto de moda hacer macramé y queríamos comprar hilo encerado de diferentes colores. Nos la pasábamos viendo videos con distintas técnicas de tejido, queríamos aprender a hacer un collar con mándala. Volviendo de recorrer la calle de las mercerías, creo que entramos a más de quince negocios ese día, empezamos a buscar la parada del 71 para volver a casa. La imagen la tengo un poco difusa; mi sensación es que nos veníamos riendo y que vimos algo que hizo que el silencio se impusiera. Toda la pared estaba llena de murales, la palabra justicia se repetía una y otra vez, las zapatillas rotas y sucias colgaban del cielo, velas derretidas que ya formaban parte del cemento, listas de nombres escritos en las paredes. Había un santuario en mitad de Once. Mi yo de dieciséis años no tenía idea qué era Cromañón ni qué estaba mirando en ese momento, pero me acuerdo que me puse a llorar. Todas nos quedamos en silencio mirando los nombres, tratando de descifrar de quiénes eran esos altares que interrumpían la cotidianidad con el recuerdo de la muerte. Hubo uno en particular que me disparó el llanto: una pequeña vidriera rectangular en donde había fotos de una chica; a su alrededor había flores y en el medio un par de zapatillas. No me acuerdo quién era, ni siquiera puedo visualizar la cara o la imagen completa. Solo sé que lo vi y lloré. También me acuerdo de la sensación en el cuerpo, era como si el pecho se cerrara, como si estuviera llorando a alguien conocido. ¿Por qué? Realmente no sabía en dónde estábamos ni por qué se había armado ese santuario ahí.
Me pasó lo mismo la primera vez que entré a la ex ESMA. Unas amigas me habían dicho que tocaba León Gieco, que querían ir a verlo. Creo que tenía quince años, no sé; pero tampoco sabía a dónde estaba yendo. Cuando puse un pie en el predio, me angustié, sentí algo raro en el cuerpo. En este recuerdo también hay un silencio que se impone. Se lo dije a una amiga y me dijo que obvio que el lugar era angustiante, que era un ex centro clandestino de detención. No sé cuánto entendía o sabía de la última dictadura cívico-militar en ese momento, seguramente muy poco. Pero esa sensación en el cuerpo fue mucho más esclarecedora que cualquier otra cosa.
Volviendo a Cromañón, supongo que después habré preguntado dónde estábamos, quizá alguna de las chicas sabía; no me acuerdo. Lo que sí sé es que la sensación de ese día me quedó grabada. Tuvieron que pasar muchos años para entender qué significaba Cromañón o qué representaba o qué era; no sé qué palabra usar. En el 2020, me encontré con El día que apagaron la luz de Camila Fabbri.
Ese diciembre de 2004, Callejeros, una banda de rocanrol de Villa Celina, presentaba su último disco y, para celebrarlo, había decidido tocar durante tres noches su discografía completa. El martes 28 de diciembre tocó su primer disco, Sed; el miércoles 29, Presión; y el jueves 30 de diciembre de 2004 era el turno de su último disco: Rocanroles sin destino. Camila Fabbri estuvo la noche anterior a que República Cromañón se incendiara.
Era de noche y hacía mucho calor. Fuimos a tomar un helado porque los ventiladores que teníamos no tiraban nada. Nos pedimos un cuarto de helado cada uno y nos sentamos a tomarlo en un banquito esquinero. En un momento empezamos a escuchar muchas sirenas. De autos, de ambulancias. Sirenas muy agudas. Al principio no presté atención, pensé que quizás era algo normal en la zona pero se fue intensificando y nos llamó la atención. Decidimos acercarnos a ver por qué no paraban. La avenida Belgrano estaba cortada y solo dejaban pasar ambulancias y patrulleros. Yo pregunté qué pasaba y una chica en bicicleta me contó que había tocado Callejeros en Cromañón y que se había incendiado. Estaban llevando mucha gente al hospital en un estado de suma urgencia. Le respondí: «ahí está mi hermana», pero no me oyó.
El día que apagaron la luz es una novela de no ficción en donde Fabbri recopila testimonios de esa noche y de los días que siguieron. De esta manera, conocemos la historia de sus compañeros y compañeras de escuela que habían ido esa noche o de aquellos que por algún motivo, casi azaroso, no fueron; de quienes pertenecían (o pertenecen) a la comunidad rolinga; de quienes perdieron amigos o familiares esa noche; o de quienes sobrevivieron.
La primera historia que abre el libro es la suya. Es diciembre de 2018 y está yendo a una misa reunión en el Obelisco, se cumplen 14 años de Cromañón. La segunda es una especie de mirada panorámica de esa noche, una cámara que recorre la ciudad de Buenos Aires segundos antes de que estallen las sirenas de bomberos y ambulancias, que nos narra las llamadas telefónicas para ver si un hijo, una amiga o un hermano están bien. Algunas llamadas generan alivio y otras quedan sin responder. Poco a poco, nos adentramos en una serie de relatos que buscan armar la imagen de una memoria individual y colectiva. La escritura de Camila Fabbri está atravesada por el dolor, pero también por la belleza de la ternura. A veces se narra a sí misma entrevistando a alguien, y otras veces nos cuenta esa historia en primera persona, como si necesitara mirar el dolor desde todas las distancias.
Si bien el libro se centra en Cromañón, también hay una búsqueda por narrar cómo era ser adolescente en los 2000, qué significaban las tribus urbanas en ese momento, y reconstruir los lugares de encuentro como, por ejemplo, el Fotolog y la identidad rolinga. Es viendo esa imagen completa cuando entendemos cómo esa noche no solo murieron 194 personas, a quienes Fabbri les pone nombre para alejar la frialdad de los números, sino que también hubo una pérdida de identidad comunitaria, de espacios que eran refugio y lugares de encuentro de muchos.
A Cromañón lo seguimos nombrando como tragedia, pero una tragedia es un hecho lamentable e inevitable. Cromañón no fue inevitable, fue el resultado de un Estado ausente y de personas que hacen negocios poniendo en riesgo nuestras vidas impunemente. Mi yo de dieciséis años no sabía qué significaba lo que estaba viendo ese día en Once y creo que todavía hoy hay cosas que no entiendo, porque hay heridas que una nunca termina de entender. Lo que sí sé es que solo va a haber justicia siempre y cuando no olvidemos que un 30 de diciembre de 2004 nos hicieron una herida que todavía duele.
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Les dejo algunos documentales y títulos para seguir pensando y recordando Cromañón:
Damián Kuc hizo un Historias Innecesarias con asesoramiento de familiares, amigos y sobrevivientes. Tiene mucha información sobre cómo se narró a Cromañón a lo largo de los años y cómo avanzaron las causas judiciales. Además tiene mucho material de archivo. Lo miran acá.
Lalo Mir hizo un especial con Filo News. Lo miran acá.
Una amiga trabaja en la escuela En zapatillas de Mónica Jurjevcic. Es una novela juvenil que les suele gustar mucho a los/as chicos/as.
♥🎙️📚 Biografías lectoras 📚🎙️♥
Como les compartí en otros newsletters, hace poco estrenamos junto a Mandolina Libros el podcast de Biografías lectoras, un ciclo de entrevistas en donde charlamos con editores, escritoras, libreras y agitadores de lectura sobre aquellas lecturas y autores/as que los y las marcaron como lectores/as. En la primera temporada, entrevisté a Nadia Rivero, Malena Rey, Gabriela Borrelli, Tali Goldman, Victor Malumián, Carolina Silbergleit, Agustín De Luca y Alejandra Kamiya. Nos pueden escuchar tanto en Spotify como en YouTube.
Como seguramente ya notaron, los últimos newsletters fueron más desordenados en cuanto a la fecha en que los publicaba. Los últimos dos meses del año fueron particularmente caóticos y, como #CollageLiterario es un espacio que pensé desde el disfrute, preferí seguir priorizando eso al momento de escribirlo.
En enero voy a tomarme unos días de descanso, pero seguro algún día aparezca sorpresivamente. En cuanto a los talleres de lectura, estoy armando uno para fines de enero y febrero, ya les contaré.
Gracias por leer #Collage Literario♥♥♥ Espero que el 2025 los y las reciba con salud, amor y trabajo.
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¡Feliz 2025!
Dani ♥
Me ha conmovido tu texto, Dani. Al ser nueva en Substack, ademas de no vivir en donde tú te encuentras, muchas veces leo estas historias y lugares que desconozco y poco a poco comienzo a darle sentido, a conocer el contexto y el acontecimiento. Me apena lo que viviste a tus dieciséis años y la frase "el silencio que se impone" me hizo sentir cómo mi cuerpo se detenía para percibirlo. Hay eventos que no deben olvidarse y me encanta que lo nombres. Te mando un abrazo 💕