Collage Literario #19: ¿Existe un monstruo?
Hablamos de 'Como bestias' de Violaine Bérot y de 'Enero' de Sara Gallardo.
Si ya sé, hoy no es domingo. Pero el libro sobre el que quería hablar lo terminé de leer el mismo domingo a la mañana, y sentí que había información que tenía que decantar. Es una novela en la que una no entiende mucho qué está pasando, pero se deja llevar de la mano por la narración. Me gusta cuando eso pasa: no sé qué queres contarme, pero confío que queres llevarme a algún lugar, así que sigo. Y así fue.
En general, intento no spoilear nada de las novelas sobre las que escribo en el newsletter, porque odio que me hagan eso. Sé que para muchas personas no importa tanto la historia en si, que la mirada la ponen en otro lado. A mí me molesta. Me gusta sorprenderme y experimentar por mí misma la historia. Pero sobre esta novela en particular, necesito escribir sin ningún entredicho ni rodeo, necesito pensarla en su totalidad. “Léase bajo su propia responsabilidad de recibir spoilers”, podría ser el subtítulo del newsletter de hoy.
Hace mucho tenía ganas de leer Como bestias de Violaine Bérot, una autora francesa que no conocía. Esta es la primera novela que tradujeron al español y nos llega de la mano de la editorial Las afueras. La novela es un relato polifónico en donde los distintos habitantes de un pueblo intentan reconstruir un hecho alrededor de una madre, Mariette, y su hijo, que viven aislados en la montaña: un día aparece una niña viviendo con ellos. ¿Cómo llegó allí? ¿Es hija de ella o de él? ¿La secuestraron? ¿Por qué nadie sabía de su existencia? Lo que leemos son los interrogatorios policiales, pero solo conocemos lo que responde cada uno de los testigos. De esta manera escuchamos el propio relato que tiene cada uno de ellos sobre esa familia ermitaña que vive en la montaña hace años. Además, aparecen otras voces que nos desconciertan: las hadas. Allí es cuando el elemento del folclore local aparece. Ellas nos cuentan, como un coro griego, la leyenda que dice que las hadas se llevan niños a una gruta escondida. La versión más difundida dice que ellas los secuestran con malas intenciones, pero las hadas nos recitan pequeños poemas en donde, de a poco, nos van contando su propia historia.
La historia, en definitiva, es la misma historia de siempre: cómo construimos un otro que se contrapone a un nosotros. Mariette llega al pueblo junto a su hijo, un chico que tiene un cuerpo mucho más grande que el de otros de su edad y al que el pueblo llama Oso, por el tamaño de su cuerpo, pero también porque, desde la mirada de ellos, es bruto y salvaje. Oso no habla, gruñe. La madre llega a ese pueblo porque sabe que en otro lugar su hijo sería, según sus propias palabras, encerrado en un psiquiátrico. Digo que la historia es la misma de siempre porque en toda la literatura podemos rastrear cómo en cada época y cultura se construye un “otro” que representa de alguna u otra manera un peligro.
El Oso queda detenido por haber ocultado a esta niña, ¿pero cuáles eran sus intenciones? Muchos de los habitantes lo señalan como peligroso porque les resulta obvio que es alguien capaz de lastimar. Hay otros que no, que intentan defenderlo y nos cuentan cómo el Oso cuida y sana a los animales, como tiene una mirada especial que le permite sanar al otro. Nunca escuchamos la palabra del Oso ni de la niña, debemos confiar en aquello que nos cuentan los personajes.
El circulo se va cerrando cada vez más y de a poco entendemos qué es lo que realmente está pasando. El coro de las hadas nos lo cuenta y una testigo completa el rompecabezas. Y, como la mayoría de las veces, el peligro no se encuentra en ese otro que se construyó ni en esa idea de bestia monstruosa, sino que el peligro es bien humano y está en ese nosotros que ve al otro como un peligro. Porque la violencia está mucho más en quienes se creen ejemplo de, que en quienes se los señala como lo peligroso. En nuestro país está circulando mucho esa idea; saquen sus propias conclusiones.
A medida que avanza la historia, las hadas nos cuentan que ellas no se llevan a los niños, que hay mujeres que van a dejarlos en la entrada de su gruta:
Nosotras las hadas vemos lo que algunos hombres a veces hacen a las mujeres sin pedirles permiso (…) Nosotras las hadas sospechamos lo que puede significar en el mundo de ahí abajo ser niña ser chica ser mujer.
La última testigo es una mujer. Ella no sabe quién es la niña ni quién es su madre, tampoco conoce al Oso ni a Mariette, pero va a explicarle a esos hombres su propia historia, y es por su propia historia que puede entender la de la madre de la niña. Dice que ella ha ido a explicarle a ellos, que son hombre, porque hay cosas que para los hombres resultan menos evidentes. Y son menos evidentes porque no tenemos los mismo miedos. La mujer cuenta que a ella le hubiera gustado hacer lo mismo que hizo la madre de esa niña, que tuvo el valor de llevarles a las hadas a su hija. Ella no pudo. De a poco, con rodeos al principio y con crudeza al final, les cuenta que ella fue violada por su compañero de trabajo, que se encontró con un bebé, un bebé en la barriga, que no podía creer que después de ser abusada también tenía que atravesar un embarazo. A ella le hubiera gustado entregarle su hijo a las hadas, pero no tuvo valor para tenerlo con ella unos días, así que lo dejó en brazos de vaya a uno saber quién. Así se nos revela que las hadas no secuestran niños, sino que cuidan a aquellos que fueron paridos por mujeres que fueron violadas.
Las hadas me parecían más realistas que aquella realidad que me había estallado en la cara.
Durante todo la novela, hay un velo de sospecha sobre el Oso, sobre ese otro que es bruto y salvaje. Pero el hombre que viola a la mujer que atestigua es su compañero de trabajo. Y la violación no es en la montaña “alejada de toda civilización”, es en la farmacia del pueblo. Una vez más, la violencia, a la que nos esmeramos tanto para colocarla bien lejos de nosotrs misms, está bien cerquita, respirándonos en la nuca.
Para reafirmar esta idea, al final de la novela uno de los policías le cuenta al comisario que estaba realizando los interrogatorios, que el Oso se escapó, que está corriendo por los pasillos de la comisaria. El Oso, que casi no podía comunicarse con su propia madre y al que habían encerrado sin explicarle nada, se pone nervioso y se empieza a golpear contra la pared. Finalmente, el Oso llega a la sala de interrogatorios. Hay un disparo. Lo último que leemos es al policía diciendo que no quiso hacerlo, que vio cómo estaba, que estará usted de acuerdo que fue en legitima defensa, que no me va a dejar tirado, ¿verdad?. Una vez más, el otro, que representa un peligro, es el que termina muerto. Uno es un violento, el otro solo cometió un error, un accidente.
En el momento en que en la novela se produce el quiebre, que es cuando la mujer se acerca a testificar, una resignifica todo lo narrado hasta el momento. Cuando estaba leyendo ese capítulo, se me vino Enero de Sara Gallardo a la cabeza. Sara Gallardo es una escritora argentina de la que podríamos decir muchas cosas, una de ellas es que su árbol genealógico se entrelaza con la historia argentina. Su primera novela fue Enero (1958) donde nos cuenta la historia de Nefer, una adolescente que es hija de un trabajador rural, que está enamorada del Negro y que una noche, en una fiesta y casi a la vista de todos, es violada por Nicolás, otro trabajador rural. Ella queda embarazada. Dicen que es la primera novela argentina que habla del aborto. A lo largo de toda la novela, Gallardo señala la desigualdad de género y de clase. En otra oportunidad podemos hablar en profundidad de ella y de Sara Gallardo, pero hoy la traigo porque el lenguaje que construyen ambas novelas para narrar ese embarazo que las protagonistas viven como una invasión en su propio cuerpo es muy similar. Va a llegar el día en que mi barriga empiece a crecer, piensa Nefer; encima me encontré con un bebé, un bebé en mi barriga, como si lo otro no fuera suficiente, como si hubiese que reforzarlo para hacerme entender que pasó de verdad, que no había sido solo una pesadilla, narra la testigo.
Ambas novelas nos narran historias ya conocidas pero desde nuevas perspectivas. En Como bestias, Bérot reescribe una leyenda del folclore local y habla de las hadas, ya no como robadoras de bebes, sino como protectoras, y nos señala, una vez más, cómo las violencias que sufrimos a diario no están en ese afuera que se quiere construir. Sara Gallardo podría haber contado otra historia, eligió contarnos la de Nefer. En una novela que es desgarradora, pero no por la crudeza con la que está escrita, sino por la verdad que encierra en ella. Esto es la literatura: volvernos a contar las mismas historias una y otra vez porque hay algo que tenemos que terminar de desentrañar. Hay algo que no estamos viendo y la literatura nos lo escupe en la cara.
TALLERES DE LECTURA DE NOVIEMBRE
Durante noviembre vamos a leer un picadito de autoras en ambos talleres. En el taller virtual vamos a leer a Anne Carson, Sylvia Molloy y Silvina Ocampo, y en el taller de Mandolina leemos a Selva Almada, Mariana Enriquez, Giovanna Rivero, Horacio Quiroga y Julia Armfield.
Si quieren saber más, me pueden escribir a tallerescollageliterario@gmail.com o me podes escribir por acá:
Gracias por leer #Collage Literario♥♥♥
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Nos volvemos a leer en 15 días.
Dani ♥
Leí Como Bestias en *enero* de este año -qué mágico, no- y hay algo que no supe poner en palabras porque me sentí agobiada con todas las emociones, pero qué lindo poder leer a alguien que tiene palabras para describir lo que nos pasa
Habiendo leído Enero, me apunto esta otra novela para leer porque siento que da justo en lo que me interesa.